Año 3, Número 6, julio-diciembre 2022

 

La fugaz vida de Victoria

 

Por Dafne Marian Martínez Romero


Ilustración: Edwin Monreal Alemán

Todo comienza en la noche fría y sola, en un fraccionamiento de casas en Reynosa Tamaulipas, particularmente en la casa donde vivo, me encuentro tirada en el piso, mi respiración se acorta rápidamente, empiezo a recordar mi vida y porque estoy muriendo ahora.

El lugar donde nací no es muy grande, está rodeado de cerros. Mi niñez fue tranquila, aunque un poco problemática. Mi padre solía fumar marihuana, mientras mi madre le decía que dejara de hacerlo. Mi padre inmediatamente golpeaba a mi mamá, me daba mucho miedo estar en casa.

Cuando tenía 16, mi padre tuvo un accidente en su trabajo de gasero, estaba quedándose ciego. Mi madre empezó a trabajar y me dejaba en casa con mis tres hermanos. Al ser la mayor tenía que hacer la limpieza de la casa, hacer comida, cuidar de mi padre y velar porque mis hermanos estuvieran bien. Debido a esto dejé de estudiar, aunque mi familia dependía de mí, me sentía muy sola. No podía hablar con nadie, no tenía amigas y nunca había tenido novio. Hasta que un día, mientras compraba lo necesario para hacer la comida, apareció él.

Era un poco chaparro y moreno, me empezó a hacer la plática, incluso me acompañó a mi casa. Después de ese día pasaba con mucha frecuencia a saludar y platicar conmigo. Ya no me sentía tan sola, Luis me escuchaba y era feliz.

Con el paso del tiempo ambos nos gustamos y empezamos a ser novios. No pasó mucho tiempo y él me propuso vivir juntos en casa de sus padres. En aquel momento fui cegada por el amor y acepté. Abandoné a mi familia cuando más me necesitaban, tal vez solo usé al amor como un pretexto para huir de la responsabilidad de cuidar a todos.

La casa de sus padres estaba a dos calles de la mía, lo cual me alegró porque así podría seguir viendo a mis hermanos. La noche en que salí de casa, papá dormía al igual que mis hermanos, mamá aún no llegaba de trabajar, pero tomé mi ropa y me fui con él.

Al llegar a casa de sus padres me trataron bien, nos dieron un cuarto pequeño para dormir juntos. Estando en el cuarto estaba un poco nerviosa, nunca había tenido sexo con alguien, él empezó a besarme y a pasar su mano por mi cuerpo. Le dije que se detuviera, que aún no estaba lista, que podrían escucharnos, a lo cual él me respondió: - “De lo único que tienes que preocuparte es de complacerme a mí”. La cama que nos habían dado era tan vieja que los resortes rechinaban.

Al pasar una semana, mi madre vino a la casa de Luis y exigió que él se casara por el civil conmigo. El sábado de esa semana nos casamos, no hubo ningún festejo, más bien parecía que a nadie le importaba.

Fue así que pasaron los meses. Luis no trabajaba, su madre me daba dinero para el gasto de la comida, no teníamos muebles, así que mi ropa estaba en una caja de cartón y cocinaba en la cocina de mi suegra.

Cuando no le gustaba la comida que preparaba, él me llevaba a nuestro cuarto y me golpeaba. En esa casa vivían todos sus hermanos y hermanas junto a sus parejas e hijos, nadie venía a ayudarme.

En la noche venía lo peor, él me tomaba a la fuerza e incluso después de tantas veces que había pasado ya no lloraba o gritaba porque sabía que eso era inútil.

Después de un año empezaron los ascos, empecé a sentirme mal. Mi suegra me llevó al médico y resultó que estaba embarazada. En vez de estar feliz, estaba asustada por ese bebé que venía en camino. Al llegar a casa le dije a Luis de mi embarazo, él me miró enojado y me dijo que había sido mi culpa por no cuidarme.

Conforme pasaron los días me di cuenta que él empezaba a tomar con mucha frecuencia, igual fumaba marihuana como mi padre y me engañaba con otras mujeres.

Constantemente me preguntaba como él conseguía dinero para comprar eso, hasta que lo espié, era mi suegro el que le patrocinaba sus vicios.

Casi no podía ir a visitar a mis hermanos, debido a que él me encerraba en el cuarto, incluso pensaba que mi familia se había olvidado de mí, por eso no me buscaban.

Una noche él llegó muy borracho y drogado, así que empezó a golpearme. Mientras estaba en el suelo pateaba mi vientre. Empecé a sangrar, fue entonces que sus hermanos me lo quitaron de encima, era la primera vez que me ayudaban, tal vez porque estaba embarazada.

En la clínica a la que me llevaron me dijeron que mi bebé estaba bien, eso fue un alivio para mí, creí que lo había perdido. Al regresar a casa, él ya no me golpeaba, porque sus familiares le habían dicho que no lo hiciera mientras estaba embarazada.

Esperé unos días a que las cosas se calmaran, tomé mis cosas y en un descuido de todos escapé. Regresé a casa de mis padres, les conté todo lo que había pasado y me dejaron quedar a su lado.

Pasaron dos semanas y él vino a casa de mis padres pidiendo hablar conmigo. Tontamente acepté, fue así como logró engañarme de nuevo, fingiendo que había cambiado. Mis padres me dijeron que lo pensara bien, pero yo estaba segura de que esta vez él era sincero. Regresé a la casa de los papás de Luis. Todo estuvo tranquilo unos días, pero después comenzó otra vez a golpearme.

Pasaron 8 meses y milagrosamente mi bebé nació, era un niño. La familia de Luis me obligó a ponerle a mi hijo el mismo nombre que su padre.

Pasaron algunos años. Ya no me golpeaba tan seguido, trabajaba de vez en cuando y compró algunos muebles, al igual que cosas para nuestro cuarto.

Mi hijo tenía 7 años cuando volví a quedar embarazada. Las cosas parecían marchar bien, hasta el tiempo en que tenía cinco meses de embarazo. Él empezó a meterse heroína, crack y piedra, las drogas se las compraba a un vecino de la calle al que le decían “El Té”.

Una tarde llegó muy drogado. Yo estaba en el cuarto cuando él entró, sabía que venía a golpearme, corrí al segundo piso de la casa que estaba en construcción y él me alcanzó. Empezó a golpearme tan duro que los vecinos de arriba lograron escuchar los golpes y mi llanto. Se asomaron, vieron cómo me golpeaba. Bajaron a tocar a la puerta de mis suegros, les dijeron que él me estaba golpeando, que yo estaba embarazada y no era justo lo que él hacía.

Mis suegros se vieron forzados a ayudarme. Cuando me lo quitaron de encima yo estaba llena de sangre, cuando miré hacia abajo pude notar que mi hijo lo había visto todo.

Volví al hospital, mi bebé estaba bien. Esta vez estaba segura que debía dejarlo, así que al recuperarme tomé mis cosas y me llevé a mi hijo conmigo, nos fuimos a casa de mis padres. Ellos siempre estaban con los brazos abiertos para mí.

Él no tardó en rondar la casa de mis padres, pidiendo vernos, a lo cual nos negábamos. Hasta que un día mi mamá llevo a mi papá al médico. Yo fui a dejar a mis hermanos e hijo a la escuela, cuando él me atrapó me dijo que regresara con él, que las cosas estarían bien, que ya no se drogaría. Como no accedí, me amenazo con quitarme a mi hijo, así que tuve que regresar con él. Mis padres estaban enojados al igual que tristes, pero fue mi madre la que me enseñó que una siempre debe estar con su marido.

Terminó mi embarazo, tuve una niña preciosa a la cual pude llamar Renata. Las cosas estaban tranquilas, él ya no se drogaba y casi no me golpeaba.

Era muy ilusa por pensar que estaba alcanzando la felicidad, él volvió a recaer y terminó debiendo mucho dinero a el Té. Él amenazó a Luis con matarlo, así que su familia nos obligó a irnos a Reynosa porque él tenía familia en ese lugar.

Llegamos a vivir con dos de sus hermanas. Las cosas estaban un poco tranquilas. Aunque habíamos cambiado de lugar, llegué a pensar que si no es mañana, tal vez sea pasado mañana, o el mes que viene. Tal vez después de unos años, pero los días felices van a llegar o eso quería pensar.

Él consiguió quien le vendiera droga, así que continúo haciéndolo. Conforme pasaba el tiempo, me cansé.

Sus hermanas me dijeron que si él no trabajaba yo podía hacerlo. Así que me ayudaron a buscar un empleo cerca de la casa. Fue así como terminé trabajando en una fábrica. En el trabajo conocí a Michel, nos sentábamos juntas en la comida, nos volvimos amigas. A ella le podía contar cómo me sentía, ella me aconsejaba que dejara a mi marido, que me viera en un espejo y me diera cuenta de lo bonita al igual que buena mujer que yo era para él. Siempre insistía que mis hijos y yo merecíamos más que un drogadicto.

Pasaron dos años y acumulé los puntos suficientes en el trabajo para sacar una casa de interés social, así que por primera vez pude verme en el espejo, noté algo que nunca había visto: yo era muy bonita, era alta, delgada, amable y buena. Valía mucho para ser golpeada por un hombre.

Me llevé a mis hijos a vivir conmigo en el fraccionamiento Ventura, en donde estaba nuestra nueva casa y futuro. Le pedí el divorcio a Luis, él no accedió, incluso quería golpearme, a lo cual lo amenacé con llamar a la policía y me dejó en paz.

Pasaron unos dos meses de estar separados Él veía a los niños de vez en cuando, pero aun no quería firmar el divorcio.

Un lunes del mes de noviembre salí temprano a trabajar, dejé a mis hijos en la escuela. Por la tarde pase por ellos, regresamos a casa. Sonó mi teléfono. Era él, dijo que quería hablar conmigo en la noche sobre el divorcio, así que acepté que habláramos. Él llegó a las 7 de la noche y me propuso que se llevaría a los niños con sus hermanas, para que pudiéramos hablar tranquilamente, así que accedí.

El regresó como a las 8 de la noche, le ofrecí un vaso de agua, empezamos a platicar sobre el divorcio, los días que podría ver a los niños, después mencionó que necesitaba ir al baño. Yo sostenía mi taza con café en lo que esperaba a que regresara, cuando sentí que me puso un cuchillo en el cuello, él me repetía que no podía dejarlo, que primero me mataba.

Yo sentí cómo el gran rey del terror se cernía sobre mí. Ya lo sabía: una relación así no podía durar, pero un final como aquel tan de repente fue tan ridículo que ni siquiera pude llorar.

Mientras me desangraba en el piso, pasaba mi vida ante mis ojos y pude comprender que no podría despedirme de las personas que verdaderamente me aman. La noche es fría y helada, la luna menguante, el frío que traspasa las mejillas, no soy dueña de mi cuerpo. Todo se oscureció, al despertar muerta estaba ya, mis hijos y las cosas de valor se habían ido igual que mi vida.

Me robaron mis sueños, me apartaron de mis padres, mis hermanos e hijos, con una furia llena de maldad.

Él arrastró mi cuerpo a un cuarto de la casa, mientras se llevaba todo lo de valor, corrió a la casa de sus hermanas y les contó lo que había hecho.

Pasaron los días y mi familia estaba preocupada por mí, porque no les había marcado ni contestado los mensajes. Mi amiga Michel le marcó a mi hermana para preguntarle por qué no había ido a trabajar. Todos empezaron a sospechar que me había pasado algo.

Las hermanas de Luis le marcaron a mi hermana para decirle que habían ido a mi casa y me habían encontrado muerta, según ellas posiblemente se habían metido a robar o me suicidé. Todo esto lo hacían para proteger a mi asesino. Mi hermana les respondió que no engañaban a nadie, que había sido Luis quien me había matado .

Mi cuerpo fue encontrado tres días después, mi amiga Michel se encargó de los gastos funerarios y me veló junto con otros compañeros de trabajo. Mi cuerpo fue trasladado a la casa de mis padres en Ecatepec.

Los vecinos se dieron cuenta de toda la situación y no tardaron en saber quién era el culpable. Ellos me prenden veladoras y dicen que tal vez eso alumbre mi camino.

Paso por la casa de los padres de mi asesino, se la pasan riendo, incluso se puede oler que preparan mole, parece que les diera gusto mi muerte. Salen a la calle, pero la culpa se les nota a distancia, miran constantemente que nadie los esté siguiendo.

Mi familia no creyó las mentiras que decían sobre mi supuesto “suicidio”. Al enterarse de esto, la comunidad aumentó el odio hacia la familia de él.

Pero mi paso por esta vida había acabado ya. Tengo que irme, he pasado tanto tiempo en la oscuridad que ya había olvidado lo hermoso que es la luz de la luna.

Como la tenue luna, la palidez de mis labios arruina la oscuridad, canto algo, rezo por algo, mientras pierdo el sol.

Victoria no es un recurso inventado para la narrativa de esta historia. Es real, su cuerpo yacía en Ventura Reynosa, degollado, aplastado y amotinado por los estragos de la violencia.

Su asesino había nacido libre de todo lo que es humano, era más bien un monstruo que se escondía.

Actualmente Luis el asesino está prófugo de la justicia, la familia de ella está destrozada, sus hijos están a salvo con los hermanos de Victoria.

Se rumora que el asesino ronda la colonia, pero no se tiene veracidad de ese hecho, la comunidad evita tener algún tipo de contacto con la familia de Luis.

Cuando la brisa del mar me abraza, parece como si el sonido de sus olas me llamara dulcemente: ¡Victoria! Pero no puedo tirar esta vida que has salvado.

Sé que yo nunca podré ser la protagonista de tu historia, pero aun ahora la protagonista de la mía eres tú.

Aunque mi voz no pueda alcanzarte, continuaré cantando, mientras rezo por tu felicidad.